Vas a la playa, o a dar una caminata por el parque, te recostás en tu patio o en tu cama por la noche buscando un momento de relax, a querer “parar” un rato y tu mente comienza a enviarte un torbellino de pensamientos ininterrumpidos..? Es incómodo, verdad?
Lo que te conviene saber, es que éste, es el funcionamiento normal de nuestra mente. Está preparada y se desarrolló para hacer exactamente eso. Pensar. Encadenar un pensamiento con otros relacionados. De tonalidad y temática similar
La mayor parte de los seres vivos son capaces de realizar acciones que pueden ser consideradas inteligentes o al menos el resultado de un proceso de reacción adecuado ante las circunstancias cambiantes de su medio ambiente. Sin embargo, la inteligencia o los procesos intelectuales que desarrollan los seres humanos son enormemente superiores a los que logran los organismos de cualquier otra especie.
El proceso de evolución y humanización del cerebro del Homo sapiens (H. sapiens) lo convirtió en un órgano único y diferente, alcanzando el mayor tamaño relativo entre todas las especies, pero además le permitió una reorganización estructural de tejidos y circuitos en segmentos y regiones específicas. Esto explica las notables capacidades cognitivas del hombre moderno, en comparación no solo con otros miembros de su género, sino con otros miembros más antiguos de su propia especie.
Una de éstas capacidades, es la habilidad de poder dirigir la atención voluntariamente, dicho en otras palabras prestar atención a lo que necesitamos hacer, o lo que nos interesa.
Es precisamente en ésta capacidad, en la que se fundamenta la meditación y/o el mindfulness: poder dirigir nuestra atención hacia el momento presente, “el aquí y el ahora”.
El psicólogo William James, uno de los pensadores más importantes de su época, notó hace unos cien años que la atención es la cualidad más importante que tiene un hombre de genio -y es, además, lo que determina la realidad que vivimos: aquello a lo que atendemos. Las ideas de James fueron antecedidas por milenios por filósofos contemplativos en India e incluso entre los llamados padres cristianos del desierto, quienes también practicaron una forma de “mindfulness”.
Amit Sood, profesor de medicina de la Clínica Mayo, explica que gastamos más de la mitad de nuestra energía mental yendo de pensamiento en pensamiento, como monos que cambian de rama constantemente (por usar la vieja metáfora de la India para describir a la mente inquieta). Si no hiciéramos esto, si nos mantuviéramos concentrados, Sood argumenta que seríamos más productivos, resilientes, estaríamos menos deprimidos y seríamos más sanos en general. La clave, señala, es tener intencionalidad y constancia con nuestra energía cognitiva, algo que se dice más fácil de lo que se hace.
Luego de estudiar por años el mindfulness, Sood defiende que se pueden reestructurar nuestras “predisposiciones neurales”.
Especialmente efectivas para enfocar la mente y hacer que la intención se vuelva atención son las prácticas basadas en la compasión y en la gratitud; “Perseguir la gratitud y la compasión te hará más feliz que perseguir la felicidad”, dice.
Y aunque cualquier cosa a la que le dediquemos nuestra atención sostenida de manera intencional puede servir, esto es más productivo y más fácil para muchas personas. Sood recomienda para los principiantes empezar el día pensando en cinco personas cercanas de las cuales estás agradecido que estén en tu vida. Esto, en vez de seguir rumiando de manera incontrolada. La clave es escoger a qué le ponemos atención -si somos capaces de elegir a qué le ponemos atención, esto acaba fortaleciendo nuestra atención, como si fuera un músculo-.
El siguiente video explica cómo el cerebro gasta su energía cuando está distraído. Por ejemplo, estar asustado por una araña imaginaria genera casi la misma agonía que el estrés de una araña real.
Dr. Francisco Abbate